Tan tuyo como tu muerte

Una asesina convertida en víctima, un moribundo dispuesto a salvar una vida, el odio de la mano del amor… El sargento Abel Claramunt aspira a acabar sus días como policía en un retiro tranquilo, pero el pasado familiar y la pasión de una joven compañera le complican la existencia. Deberán esforzarse por salvar una vida, atrapar a una asesina e investigar un secuestro. Mucho para alguien a quien sólo quedan unos meses de vida.

Ficha técnica:

Tan tuyo como tu muerte, Ed. Versátil, Barcelona: 2017

Fecha publicación: 6 marzo 2017 Temática: NOVELA NEGRA
Páginas: 368 / Rústica con solapas
ISBN: 978-84-16580-63-7

 

María Asunción buscaba venganza y será la víctima de su propio plan. Acaba herida dentro de un coche en el fondo de un barranco. Allí luchará por su vida mientras el sargento Abel Claramunt, a quien han diagnosticado un cáncer que sólo le va a conceder unos meses de vida, y la joven agente Azucena se esfuerzan por encontrarla y por decidir si están buscando a una víctima o a una asesina. Mientras Abel Claramunt descubre un desconocido pasado familiar en la ciudad adonde ha sido destinado, la joven desaparecida acaba atrapada en el sótano de un viejo caserío donde un tipo misterioso la retiene para conseguir de ella todo lo que pueda darle. Hay muchas personas implicadas. Muchas decepciones y mucho dolor. El tiempo se acaba. Para la víctima. Pero también para el investigador.

 

«El chorro desprendía un brillo como de ladrillo húmedo y un olor fuerte de cebolla frita. Intenté con­centrar en él la mirada hasta mucho después de que se hubiera extinguido y no llegué a determinar lo que sentía. Resultaba todo tan extraño. Me habían avisado contra esa tonalidad de arcilla sucia, pero el cumplimiento del presagio médico había conseguido inquietarme igualmente. Ni siquiera me atreví a sacudir aquel pingajo, quizás por miedo a que acabara retorciéndose dolorosamente en­tre mis manos.
“¡Mierda! Va a ser verdad que esto se acaba”.
Después, me detuve ante el espejo y estudié la sonrisa burlona del tipo que me miraba desde el otro lado del cristal. No era yo, desde luego. O al menos no era la persona que había vivido mi vida hasta entonces o, para ser más preciso, hasta unas pocas semanas atrás, cuando el puto oncólogo del Hos­pital Vall d’Hebron puso cara de capullo apenado para pronunciar el diagnóstico, como si mi vida le importara un pimiento. Saber que todo se estaba terminando provocaba un brillo diferente en el fondo de mis ojos. Quizás porque contemplaban el mundo de manera distinta, o porque se habían armado con una especie de tranquilidad o de sabiduría o quizás de desesperación que había des­plazado al miedo de los primeros días. La conciencia de fragilidad me hacía fuerte. El moribundo se sentía renacer. La paradoja como forma de vida.»